Publicado por DV & archivado en Okupaciones, Opinión, Pensamiento, Textos.

Desde que hace unos dí­as se produjese el desalojo del Banco Expropiado de Gracia, las calles del conocido barrio barcelonés se han convertido en el escenario de numerosas y multitudinarias protestas. Un fenómeno que algunos han denominado ya “Efecto Banc Expropiat”, con su antecedente más inmediato en las protestas generalizadas tras el derribo del Centro Social de “Can Vies”, que toman como modelo el anterior “Efecto Gamonal”.

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El Centro Social Recuperado de Gamonal, que nació al calor de aquellas luchas cuyo eco logro extenderse por diversas localidades, se encuentra también bajo amenaza de desalojo por parte de la Fundación Caja de Burgos. Hasta el momento el trabajo colectivo de los vecinos del barrio ha evitado que el espacio sea clausurado, aun cuando la amenaza persista. Publicamos a continuación un texto de la publicación libertaria Argelaga donde se analizan las claves de los que está actualmente ocurriendo en el barrio de Gracia.

Desde hace unos años la Generalitat lleva a cabo una polí­tica de guerra contra los medios libertarios, especialmente contra los centros sociales okupados, que tiende a manipular la opinión y a justificar cualquier medida represora, aunque a veces tenga que pactar con jueces y fiscales las sangrientas consecuencias que no pudieron ocultarse. No solamente nos referimos al ojo de Ester Quintana y a la muerte de Juan Andrés Bení­tez. Hemos ido conociendo intentos de infiltración y soborno de militantes, de montajes de falsas conspiraciones, de detenciones de supuestos terroristas autores de atentados imaginarios y demás maniobras de desinformación. Ayer, lunes 23 de mayo, asistimos a un provocador desalojo por parte de los Mossos del Banc Expropiat del barrio de Grí cia, al que siguieron cargas violentas que dejaron por el suelo a más de una docena de heridos por porrazos y proyectiles viscoelásticos. Eso es lo que se denomina estrategia de la tensión, una táctica empleada por las clases dirigentes con el fin de desorganizar al movimiento social que se muestra refractario a las instituciones allá donde éste mejor funciona, puesto que se persigue un control total de los barrios y de la gente de la capital catalana. La Cataluña oficial de la oligarquí­a industrial y financiera quiere ser la única Cataluña real.

Signo de los tiempos de descomposición acelerada de la polí­tica dominante, los nuevos aliados con que cuenta el capitalismo en Cataluña no provienen de los rangos de los partidos de siempre, quemados por asuntos de corrupción y desacreditados por una actitud constantemente a favor de los intereses de los poderes fácticos. Ahora hacen ese papel antiguos miembros de movimientos sociales pasados a la polí­tica al empotrarse en partidos y candidaturas ciudadanistas. La cosa salió a la luz casi desde el primer dí­a en que pisaron la moqueta del parlamento catalán o del ayuntamiento de Barcelona. El reciente acuerdo con el PSC en dicho ayuntamiento ilustra la coincidencia de intereses suficiente entre Barcelona En Comú y uno de los partidos más representativos de las fuerzas que de verdad mandan en Barcelona, por lo demás autor de las ordenanzas municipales fascistas que todaví­a rigen la vida de sus calles y parques. Los ciudadanistas se están viendo arrastrados a posiciones que nadie hubiera podido creer. Así­ pues, ha podido comprobarse la “comprensión” de la alcaldesa para con la Guardia Urbana, una de las peores del mundo, mediante la “enérgica condena” de Colau del ataque de un mantero indocumentado a un agente que le acosaba, añadiendo su intención de personarse como acusación en la causa contra ese “peligroso” mantero hoy injustamente encarcelado. El cambio de noventa grados de Barcelona en Comú ha vuelto a producirse en el trato con los centros okupados que se negaban a negociar su desalojo y a admitir una mediación de concejales. Si ayer tocó al centro socialTransformadors, hoy toca al Banc Expropiat. Parece que Colau, “defensora del bien común”, no necesite comprar la paz social como hizo Trí­as pagando el alquiler, ni tampoco entonar otra vez el “Run, run”, ya que dispone de un paquete de actos mediáticos donde lucir su falso amor al prójimo y construir una imagen engañosa de persona comprometida.

Los okupas no quieren irse a ninguna otra parte; en cualquier caso, quien se tendrí­a que ir serí­a Antartic Vintage SL, la empresa propietaria de los locales del Banc Expropiat. Bueno pues, el departamento de Orden Público de la Generalitat no ha dejado que la ocasión de propinar un palo a la okupación se le escabullera y ha enviado a los Mossos al lugar para garantizar el orden de los negocios. Colau, para quien el tema era un “asunto privado”, también aprovechó el momento para calificar la respuesta de la gente a la agresión policial como “alborotos” “totalmente condenables”. Sin duda las porras de los Mossos y las balas de foam le han parecido más apropiadas para los “vecinos y vecinas de Grí cia”. Una magní­fica gestión de “la expectativa” de sus votantes.

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Es comprensible que el otro puntal ciudadanista, la CUP, sintiese alguna incomodidad ante la “brutal represión” televisada de lo que considera cantera electoral, por lo que de la manera más oportunista declaró su apoyo a los manifestantes. La CUP no solamente legitimó al Parlament continuista, emanación de un pacto con el franquismo, sino que lo proclamó “voz del pueblo catalán”. Voz que se expresa mayoritariamente en el idioma de Convergéncia Democrí tica de Catalunya, el principal partido de la oligarquí­a en el Principado. La colaboración de la CUP en la comedia del independentismo convergente hizo posible un gobierno de la derecha catalana, la que acaba de enviar los Mossos a Grí cia. Ahora va y se queja de una violencia que sin sus votos no hubiera sido posible. Al trabajar la CUP para Convergí¨ncia, en realidad trabaja para los intereses que en otra parte representa el PP. Cuando la polí­tica es pura hipocresí­a, su espectáculo es pura patochada. El autoritarismo cada vez más duro se esconde tras él. Tras haber vaciado los ciudadanistas a los movimientos llamados sociales un tanto exageradamente, y tras el retorno de la polí­tica franquista de orden público, los okupas son los únicos que desentonan.

Los okupas son la pesadilla de los burócratas que se creen con derecho a decidir sobre la vida de los demás y que no quieren que nada quede fuera de control; su ejemplo resistente puede cambiar a la gente que vota en gente que lucha, en Barcelona y en todas partes. Que lo sepan los dirigentes: los desalojos equivalen a disturbios.

¡CON CAPUCHA O SIN ELLA EL BANC SE DEFIENDE!
¡LIBERTAD PARA EL MANTERO ENCARCELADO!

Argelaga, 24 de mayo de 2016

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