Publicado por DV & archivado en Antimilitarismo, Antipatriarcado, General, Represión, Textos.

xupoluto-tagma_ioanninaΕxtracto del folleto antimilitarista Guerra contra la guerra por el colectivo de insumisos al servicio militar, Xipolito Tagma (“˜Batallón Descalzo’ en Ioánina, Grecia). fuente :Contra Info

Las violaciones en tiempos de guerra las pueden cometer, como se ha dado hasta ahora, ejércitos organizados, grupos paramilitares y fascistas y varios fundamentalistas. La violencia sexual y las violaciones contra niñas y mujeres se han convertido en un arma sistemática de la guerra y la represión. En estos fenómenos de violencia sexual, la opresión de género está asociada al militarismo y la estructura altamente patriarcal de los cuerpos militares. Se asume, además, que el ejército, la máquina asesina del Estado, igual que las propias guerras tienen género y es el masculino. Por supuesto, esto no quiere decir que las mujeres son espectadoras de todo esto, sino todo lo contrario: las mujeres en la mayorí­a de los casos son sus victimas*. La violación de mujeres durante la guerra se debe observar bajo este prisma: la organización patriarcal del imaginativo nacional que se activa. Cuanto más abiertamente patriarcales son las narrativas nacionales, más útil es el arma de la violación para los atacantes y más demoledor para los objetivos atacados.

Las violaciones como medio de guerra puede tener varios puntos de partida. En muchos casos, puede haber sido el resultado de las órdenes explí­citas de altos funcionarios o, simplemente, iniciativas de los propios soldados, o ambas combinadas. Lo que está claro es que las violaciones cuentan como un componente de la victoria o la derrota militar, pero no pueden limitarse a estos calificativos. En cualquier caso, lo que da sentido-significado a estas violaciones es el imaginario colectivo: el de la limpieza étnica o “genocidio selectivo” o, más general, la destrucción de los lazos de la sociedad rival. Es decir, la destrucción, ante todo, de las significaciones imaginarias sociales que hacen que existan sus sujetos. Durante la guerra de Bosnia-Herzegovina, por ejemplo, las mujeres fueron ví­ctimas masivas de violaciones y torturas, cautiverio y prostitución forzada a manos de los soldados serbios y los paramilitares, vemos claramente ante nosotrxs la intención de la limpieza étnica. Esta misión fue, por supuesto, una orden explí­cita de los oficiales, pero sin la participación activa de los soldados no hubiera tenido ningún efecto, ni hubiera alcanzado las dimensiones monstruosas que alcanzó.

La humillación y la violación de la mujer del “enemigo” en estado la guerra adquiere el significado de humillación y violación a totalidad de la nación rival. Aquí­, por supuesto, también entran en juego las significaciones atribuidas a las mujeres y,en general, a la feminidad por la socialización nacionalista. Estas significaciones son, por un lado, su designación como útero de la nación, es decir, la responsable de la perpetuación de la nación (mediante la reproducción de los nacionalistas y, por qué no, de los soldados disponibles) y, por otro, como figura que debe permanecer pura, honesta y comprometida con la familia, es decir, el núcleo de la nación. Todo esto se considera inviolable y obvio para cualquier nacionalismo (y nacionalista). Así­ que los soldados para “proteger” a sus propias mujeres y sus familias, violan a mujeres y disiparan a las familias de otros. Las mujeres, por lo tanto, juegan un papel importante como metáfora: por ejemplo, como “madre patria” o “patria-matriz de la nación”, como mencionamos anteriormente. Las mujeres son, pues, algo para lo que el militar aprende a luchar (por ejemplo, “luchamos por  nuestras mujeres y nuestros hijos”), un objeto que existe para ser protegido (como el resto de los bienes del hombre). Por otro lado, las mujeres son las que reciben los ataques más brutales de las tropas, aunque sean la mayor parte de la población civil y sin ninguna participación en las decisiones y la planificación militar.

Las violaciones en las guerras no son la excepción sino la regla general que se apoya en el odio étnico y la supremací­a masculina, elementos que se encuentran en la base ideológica de los militares y la guerra. Así­ que nuestra posición antimilitarista se basa en el rechazo total a estos elementos, siempre en contra de “nuestro” Estado y el nacionalismo, ¡pero también de los privilegios y estereotipos masculinos!

* Según cifras oficiales, las violaciones con objetivos militares se dieron en todas las guerras de los últimos años: en ex Yugoslavia, Camboya, Sri Lanka, Bangladesh, Liberia, Perú, Somalia, Mozambique, Sudán y Uganda. Los ejemplos que están incluidos en el informe de la “Comisión para los Derechos de la Mujer e Igualdad de Oportunidades” del Parlamento Europeo, son los de Berlí­n de 1945 cuando, con la entrada de las fuerzas aliadas, los casos de violación aumentaron de 110 a 800.000, de 20 a 50.000 en ex Yugoslavia durante la guerra civil en la década de los ´90 y de 250 a 500 mil en Ruanda en 1994. Y todo esto, por supuesto, son estimaciones incluso “oficiales” que, de hecho, no logran representar la realidad del fenómeno. Igualmente, las violaciones también han sido durante los años y siguen siéndolo una de las armas más poderosas del Estado y el nacionalismo griegos.

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