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papel_higienico_fluorescente2Fue Sigmund Freud quien supo, con su penetrante ojo clí­nico, en un mirar a través la sociedad burguesa a la que pertenecí­a, asociar dos elementos en apariencia tan distantes: el dinero y las cacas.

La realidad escatológica del voto

Las cadenas de la humanidad
están hechas de papel de oficina

Franz Kafka

Fue Sigmund Freud quien supo, con su penetrante ojo clí­nico, en un mirar a través la sociedad burguesa a la que pertenecí­a, asociar dos elementos en apariencia tan distantes: el dinero y las cacas.

Si para el niño son sus excrementos su mayor tesoro, mediante los cuales encuentra un modo de autoafirmación frente al entorno, reteniendo o expulsando, el adulto, por una serie de sustituciones (cacas, arena, piedras, canicas, botones,…), llegará a realizar dicha función por medio del dinero. Esta transferencia simbólica entre el contenido anal y la mercancí­a que remite a todas las demás, el dinero, es posible debido a que las pulsiones, los instintos, los deseos, están socialmente condicionados. Expresiones como  “estar podrido de dinero” o  “apestar a dinero”  son, lo que podrí­amos llamar, “fugas de inconsciente” en el lenguaje, huellas en las que queda reflejada esta vivencialidad trasera por la equiparación de las cualidades de una forma a la otra.

Pero, no obstante, y sin restar un puño de verdad al conocimiento primitivo de esas sentencias, solo yendo más allá, solo mirando a través de la propia sociedad burguesa en la que el padre del psicoanálisis quedó atrapado, es posible comprender que lo qué en realidad representa la fecalidad del dinero es la total fecalidad de una vida basada en contradicciones sociales y económicas (producción-consumo, trabajo-ocio, naturaleza-cultura,..), donde al igual que el niño con la caca, el adulto solo consigue recomponer este mundo fragmentado, uniendo las partes en que se ha roto como partes separadas (no de forma orgánica), por medio del dinero: él no sabe de clases, géneros, razas,…El metal con que se acuña es la abstracción de un individuo como partí­cula formalmente igual y libre en el reino del valor, la democracia.

Por eso es estúpido pedir otra democracia, la actual es la única posible. El proyecto de la Ilustración, el sueño de la Razón, ha cumplido con creces sus promesas y es este monstruo de donde no hay escapatoria: cuando el fugitivo era perseguido por la guardia real, encontraba refugio en la iglesia, siempre podí­a convocar a la ley divina; cuando un maldito se levanta hoy contra el imperio de la democracia, lo hace bajo la certeza de que fuera del Estado de derecho, fuera de las leyes de la democracia, no hay nada, salvo prisión y muerte.

Esta es la atmósfera asfixiante con la que Kafka nos previene de los avances de la sociedad del progreso. El capitalismo, tras imponer a sangre y fuego la democracia, destruyendo todo ví­nculo social comunitario (la comunidad campesina, el municipio urbano,…), iba desprendiéndose de las formas residuales que ya solo le estorbaban (la familia, la moral,…), hasta incluso disolver los espejismos de las clases y sus luchas, para ceñirse a sus dos formas puras: el Mercado (la mercancí­a) y el Estado.

El Estado es la otra cara del Mercado, el voto es la otra cara del dinero. Y, si el dinero es la hez, el acto de votar se asemeja al defecar, la cabina electoral comparte geometrí­a con el retrete: consigue aislar al individuo, con el señuelo la corresponsabilidad, con la ilusión de la comunicación, en el reino de su privacidad, donde sentado en su trono, él es el rey de todas sus miserias. He aquí­ la realidad escatológica del voto.

El aire que le faltaba al autor de El Castillo, o de El proceso,… se debí­a a que todo lo vital, toda la existencia, se habí­a convertido en Derecho. Esto quiere decir que, con su paso a la condición de mercancí­a, quedaba declarada su escasez. Así­, por ejemplo, el derecho a la propiedad surge cuando las tierras adquieren el estatus de mercancí­as, son desligadas de la supervivencia del mundo rural y sus gentes, no debiendo haber nunca suficientes, como material de intercambio, para poder adquirir valor. Dentro de la misma perversa lógica del caramelo envenenado es como el derecho al voto se establece en el preciso momento en que el ciudadano, ese triste figurí­n desprovisto de todo ví­nculo comunitario, a lo único que puede aspirar con ese patético aspaviento de la elección, es a travestirse en funcionario, a servir al Estado,…a ser un simple cagón.

Ahora que el aire puro es un derecho, podemos augurar un negro porvenir para nuestros pulmones.

Nota: Este breve artí­culo se circunscribe exclusivamente a la gestualidad del voto, al significado de su forma. El tema electoral, más aún desde su reactualización a raí­z del movimiento del 15M, da para mucho más: desde las marcianadas tardoleninistas con sus monsergas sobre el parlamento como altavoz de la polí­tica de clase; hasta el marketing del capitalismo postmoderno que, con eslóganes como “ž democracia real ya”, rescata del baúl de los recuerdos el sentido de lo que se conoció en el pasado como “žsocialismo real”.

6 Comentarios para “La realidad escatológica del voto”

  1. Pichiglas

    Insultante entrada, pero la realidad lo dice una y otra vez, la abstención sólo favorece al bipartidismo. Y si el 30 y pico % que no vota lo hiciese todo cambiarí­a. Más abstención es lo que no va a cambiar nada, el sistema se va a sentir legitimado aunque no vote casi nadie. Pero para eso hace falta conciencia y formación. Menos escatologismo por favor.

  2. Anónimo

    Pitchiglas, no cuela. ¿De que partido eres?, votar legitima a los polí­ticos no hay cosa que mas los preocupe que ver que la gente no les hace caso y por ende no les vota. En ninguna encuesta miden la abstención y en ningún resultado electoral sale la abstención. La única forma de demandar un cambio es no seguir su juego. No caigas en su juego!

    La canción mola.

  3. Uno más de aquí­

    Anónimo, no hace falta ser de ningún partido; sino pensar por ti mismo y expresar tu opinión (sea cual sea y tan respetable como las demás). Además, el otro dí­a vi pegando carteles a ciertos personajes e iban tapando el de todos los partidos sin excepción (me parece muy poco democrático por parte de quienes piden no ser reprimidos)

  4. luján

    Como si en campaña electoral los que pegan carteles de partidos polí­ticos (sean del signo que sean) no tapasen todo lo demas…además de contar con un amplio aparato de propoganda a través de medios de comunicación. Lo que haces es lanzar insidias sin ningún fundamento y buscar, amaparado en el anonimato, la polémica y no el debate. A fin de cuentas eso es lo que se basa la actual democrací­a,¿no?

  5. Anónimo

    Pues para ser sincero, “uno más de aquí­”, es precisamente por una cuestión de inteligencia, de respeto a su inteligencia, por lo que algunos preferimos pensar que Pichigas es un afiliado ( o militante, o….., o socio, como en el fútbol! ) a un partido minoritario. El y otros tantos que no paran de dar la caca de forma constante con el tema del bipartidismo. Porque, si después de leer este breve, permitaseme la expresión, “análisis” sobre el voto y el derecho a él, solo alcanza a soltar, con ese automatismo que a algunos tanto nos mosquea, que el PPSOE es muy malo……..

    La crí­tica al voto es una crí­tica muy profunda donde se pone encuetión el propio principio de la representación. Solo en este punto nos podrí­amos entretener largo y tendido. El fue harto debatido en los ´70 a raí­z del movimiento asambleario que inundo la peninsula, y tras él quedo claro que uno de sus grandes méritos fue la no sepación entre los que discuten (piensan, deciden,….) y los que hacen, como en el parlamento burgués.

    Pero además, aún sin tener en cuenta lo anterior, no admitir hoy en dí­a que existe una clase polí­tica, y que como tal mantiene una perspectiva, unos intereses propios, es creer en Peter Pan. Sin duda mucho peor por la falta de encanto de estos tipos. Más aún cuando los partidos son en la actualidad, o aspiran a serlo, empresas: con su marca registrada, sus profesionales ( o “becarios”),…….incluso su marketing, sus agresivos métodos publicitarios (propaganda la llaman). Lo que producen por tanto, como cualquier mercancí­a, no está destinado a saciar alguna de nuestras necesidades, la lucha, sino a ser comprado, votado: a tener salida en el mercado electoral. A partir de aquí­, el tema de los escándalos y las corrupciones viene de corrido…..

    Por lo demás, están los nostálgicos del leninismo, aquellos que todaví­a se atreven en sus textos a hablar de revolución socialista y bla bla bla, que impertérritos a los cambios sociales, siguen planteando su entrada en el parlamento como pura estrategia y no con la intención real de hacer polí­tica institucional. Cuando Guy Debord escribió sobre la sociedad del espectáculo ellos debí­an estar de vacaciones en alguno de esos paraisos del “socialismo real”.

    En lo que concierne al presente texto, se toca un punto radical para el debate: el Estado por naturaleza se opone a toda Comunidad. Tras ese cuento chino (en este caso nórdico o centraleuropeo) del Estado del bienestar se encuentra una gran mentira, una de las fases más avanzadas de explotación capitalista.
    Una de las muchas consecuencias de la interposición de un partido (la Institución, el Estado) en una lucha, es que es instantaneamenta recuperada, porque su sentido, su auténtico sentido, es precisamente el espacio que recupera el tejido social, el mundo de la comunidad.

    Por último, Pichiglas, y casi convencido en que tú mismo te darás cuenta en lo precipitada de tu afirmación, para votar no hace falta ni fomación ni conciencia. Solo invitarte a comprobarlo por ti mismo indagando los motivos que en la calle mueven al voto más allá de las sandeces que se oyen en las tertulias de radio y televisión, y si te queda moral, a estudiar la didáctica propaganda electoral. Buen provecho!

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