Este miércoles 12 de octubre, como tantos otros 12 de octubre, desde que en 1958 Franco lo decretara Fiesta Nacional, se conmemora el supuesto descubrimiento(1) de América.
Pero más allá de las amistosas palabras con las que nos han hecho tragar el dulce cuento de la llegada al Nuevo Continente, se esconde uno de los periodos históricos más crueles e inhumanos, del cual España es tristemente protagonista.
Ese día, Europa descubrió que había otros mundos, otras gentes, otras culturas: descubrió al Otro. Y lo que hizo con ese Otro fue verlo como un objeto, como algo que se puede utilizar, machacar, saquear, destruir. Se les quitó su identidad de personas con la intención de someter todos los recursos que encontraban a su paso, tanto humanos como naturales. Tomaron posesión de la tierra (de una tierra que no era de ellos, que no les pertenecía) en nombre de la recién inaugurada Monarquía Hispánica y de Dios (su dios cristiano). Para las mujeres fue espacialmente duro ya que se produjo un entroncamiento entre los sistemas patriarcales ya instalados con el sistema patriarcal colonial, significando un sometimiento aún mayor de las mujeres indígenas.
Para la historia lineal europea, ese día ha pasado a significar el inicio de la Modernidad; una Modernidad que se sustenta en una experiencia colectiva de dolor con miles de muertes, violaciones, y vejaciones; sustentada también en el expolio continuado de las riquezas naturales de esas tierras así como en una aniquilación sistemática de los valores y símbolos culturales de los pueblos originarios de América, tratando de ocultar(2) todo lo que allí se encontraba antes de la invasión hispánica. En definitiva, un Modernidad basada en el proceso de colonización en beneficio del capital, el cual llega hasta nuestros días a través de las grandes multinacionales extractivistas – Monsanto, Chevron, Repsol, etc.-, la deuda externa a dichos países y la confección de tratados internacionales como el TTIP que tratan de reforzar este sistema racista internacional.
A pesar de conocer todo este trasfondo político se sigue defendiendo una fiesta nacional que exalta el odio hacia lo diferente, hacia aquello que no conocemos. ¿Cuánto más va a durar esta fiesta anacrónica y sin sentido? ¿Alguien entendería que Alemania celebrara su fiesta Nacional en relación al genocidio nazi?
La historia no se puede cambiar pero sí superar, reconociendo lo ocurrido, lo que realmente fue: el inicio de un proceso de saqueo y de exterminio de los pueblos indígenas de América Latina. Desde ese reconocimiento y aceptación, podremos imaginar un futuro en el que las diferencias culturales sean una riqueza en sí mismas y no un motivo de violencia injustificado.
Repensar el pasado desde una visión crítica se hace indispensable en estos tiempos donde la brújula de la humanidad pierde cada vez más el norte; sólo tenemos que mirar hacia Siria para constatar el desastre civilizatorio al cual nos avocamos.
Si seguimos festejando la supremacía blanca, capitalista, eurocentrista, heteropatriarcal, pronto nos quedaremos sin mundos que descubrir…
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(1)El Descubrimiento
En 1492, los nativos descubrieron que eran indios,
descubrieron que vivían en América,
descubrieron que estaban desnudos,
descubrieron que existía el pecado,
descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina
de otro mundo y a un dios de otro cielo,
y que ese dios había inventado la culpa y el vestido
y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara
al sol y a la luna
y a la tierra
y a la lluvia que la moja.
Eduardo Galeano, “los Hijos de los días”
(2) Dussel, Enrique. El encubrimiento del Otro.
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