Hace unas semanas Nuclenor anunciaba el desmantelamiento de la central nuclear de Santa María de Garoña en el Valle de Tobalina, al norte de la provincia de Burgos.
La empresa prevé que se comenzará con las operaciones de desmantelamiento a partir de mediados del año que viene.
En 2012 la central se desconectó de la red de suministro eléctrico. En
estos años ha existido un tira y afloja entre gobierno, el CSN (Consejo
de Seguridad Nuclear) y las eléctricas por prolongar la vida útil de la
central. El pasado año se anuncio que Garoña terminaba su ciclo de
producción eléctrica y se comunicó también que Enresa será la empresa
que se encargará del desmantelamiento de la central como organismo
estatal encargado de la gestión de residuos radiactivos.
El proceso de desmantelamiento es complejo y se prevé que se prolongue
en el tiempo por más de una década.
Los residuos radiactivos se clasifican por la actividad y el periodo de semidesintegración de los radionucleidos que contienen mayoritariamente, que pueden ser de vida corta y media (menor de 30 años), o bien de vida larga cuando su periodo de semidesintegración es superior a este valor.
España dispone de un centro de almacenamiento de residuos de baja y media actividad en el Cabril (Córdoba), estos residuos provienen de
centros de investigación,medicina, útiles y herramientas que se utilizan en aplicaciones en el ámbito nuclear, etc. Actualmente se encuentra al
80 % de su capacidad con lo que podría estar sin espacio en una décadaaproximadamente.
Con respecto a los residuos de alta actividad, los producidos principalmente en las centrales nucleares, la solución temporal que se está tomando es almacenarlo en las piscinas del reactor o en almacenes temporales individuales (ATI) en las propias centrales.
En el Estado está previsto la construcción de un almacén temporal centralizado (ATC) en superficie donde transportar todos los residuos de alta actividad provenientes de las centrales. El sitio elegido para su construcción es Villar de Cañas,en la provincia de Cuenca,y se estima que podría albergar los residuos del parque nuclear español por un periodo de unos 60 años una vez construido. Actualmente se encuentra paralizado el proyecto de construcción de este almacén centralizado y los residuos de alta actividad seguirán almacenados en las propias centrales por unos cuantos años .
Cuando hablamos de energía nuclear, ya sea por los riesgos catastróficos y/o por las las bondades de lo que se quiere exponer como una energía limpia, el problema que se plantea a largo plazo es la gestión de los residuos generados, y este no es un tema baladí. A día de hoy no existe, ni aquí ni en ningún otro lugar, una solución definitiva. Estamos hablando de unos residuos que son peligrosos cientos e incluso miles de años después de su utilización, y no existe ningún lugar donde almacenarlos de forma estable y segura durante tanto tiempo.
Se han barajado diversas hipótesis sobre como almacenarlos: enterrarlos en formaciones geológicas estables, en los lechos marinos, en los hielos antárticos o incluso en el espacio. Ninguna de las propuestas puede garantizar su almacenamiento seguro y estamos lejos de llegar a una solución que, en principio, parece inexistente.
Cuando el debate entorno a lo nuclear lo centramos en el valor sin tener en cuenta los costes, dice mucho de la empatía de quienes impulsan esta energía. Estamos hablando de una “basura peligrosa” con la que tendremos que convivir no solamente nuestra generación sino cientos de generaciones futuras.
Cuando nos tachan de irresponsables por no contribuir a las soluciones del problema energético al oponernos a este tipo de producir energía, tenemos que ser conscientes de que la única forma de no generar más residuos es no producirlos. Y por consiguiente, cerrar todo el parque nuclear.
Por fin Garoña cierra tras más de 40 años de actividad, tendremos que convivir con nuestros errores, no sigamos cometiéndolos.
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