Si durante las casi cuatro décadas de franquismo existió una información reservada que jamás fue aireada por la prensa oficial, esa fue sin duda la de la elaboración de varios atentados personales contra el Caudillo. Sin emabargo, desde la oposición antifranquista se proyectaron varios intentos de magnicidio. En el verano de 1962, mientras Franco diusfrutaba de sus vacaciones estivales, un grupo de anarquistas trató de poner fin a la dictadura por la vía rápida.
Si durante las casi cuatro décadas de franquismo existió una información reservada que jamás fue aireada por la prensa oficial, esa fue sin duda la de la elaboración y puesta en marcha de varios atentados personales contra el Caudillo. La totalidad de los mismos fracasó llevándose por delante, en no pocas ocasiones, a las personas que se hallaban complicadas en su elaboración. Ninguno de estos espectaculares proyectos de magnicidio fue revelado en vida del Caudillo. En la España de la “paz de los cementerios” nunca pasaba nada y los medios afines al régimen se encargaban de difundir esa imagen de supuesta normalidad. Nada mejor que la visita del presidente norteamericano Eisenhower, además de los cientos de turistas extranjeros que desde el inicio de la década de los sesenta acudían a tostarse a las costas españolas, para corroborar la situación de tranquilidad.
Sin embargo, no fueron pocos los intentos de acabar con la dictadura por la vía resolutiva del atentado personal. En todos ello latía la esperanza de que la eliminación de su cabeza visible permitiese poner punto y final al régimen que se había instaurado en España tras el fin de la Guerra Civil. Los anarquistas pensaban que un régimen tan personalista como el del Generalísimo se desplomaría por su propio peso si se atacaba a su cabeza.
En anteriores artículos me he referido al atentado aéreo fallido que en 1948 se llevó a cabo en la Bahía de la Concha de San Sebastián. No será el único intento que tendrá a la capital donostiarra como escenario. En el verano de 1962 un grupo de anarquistas intentará repetir el gesto, esta vez en la residencia que Franco tenía en el palacio de Ayete.
Pero algo había cambiado en el modus operandi de estos libertarios que hostigaban al régimen. Seguían siendo mayoritariamente jóvenes quienes arriesgaban su pellejo contra la dictadura como en tiempos anteriores, pero la situación no era ya la misma de los años cuarenta y cincuenta en la que la acción guerrillera del maquis trataba de derrumbar al franquismo. Uno de estos últimos guerrilleros antifranquistas, Quico Sabaté, había encontrado la muerte el 5 de enero de 1960 en la localidad catalana de San Celoni hasta donde había logrado huir tras ser emboscado por la Guardia Civil en una masia cercana a la frontera. Los cuatro compañeros que le siguieron en su última incursión perecerán allí mismo bajo las balas de los uniformados. Quico Sabaté se había propuesto llevar a cabo una acción guerrillera similar a la que un año antes habían protagonizado los guerrilleros de Sierra Leona entrando triunfantes en la Habana. Pero los tiempos habían cambiado y Cataluña poco tenía que ver con la Habana.
Ni Sabaté ni sus cuatro compañeros vivirán para ser testigos de los nuevos horizontes que se abrirán tras la reunificación de los dos sectores de la CNT que convivían en el exilió.
La Reunificación confederal
Tras su partida al exilio, el movimiento libertario se había sumergido en una división interna que separaba a los anarquistas en dos tendencias prácticamente irreconciliables. Durante la Guerra Civil la CNT-FAI había aceptado la colaboración con el Gobierno de la República y había contado con la participación de varios ministros. Para muchos libertarios la situación que provocó dicha medida no había terminado y por lo tanto era necesaria la colaboración con otras fuerzas políticas hasta derrotar a Franco. Este sector libertario “político o colaboracionista” confiaba en que el problema del franquismo pudiera ser resuelto por la vía diplomática. Por ello no había dudado participar en el denominado Gobierno de la República en el exilio constituido en México en 1945 con dos representantes.
Sin embargo otros tantos anarquistas “apolíticos o puristas” pensaban que la etapa de colaboración solo había servido para debilitar y desvirtuar al movimiento libertario y que era necesario recuperar los clásicos principios antiestatales.
La fractura intestina en la que se debatía en el movimiento libertario comenzará a ser superada a partir de la década de los sesenta. La vía diplomática había resultado un absoluto fracaso en tanto que España había ingresado en diferentes organismo internacionales. Por otra parte, la acción de los guerrilleros se estrellaba inevitablemente con la maquinaria represiva franquista.
La reunificación de las dos tendencias libertarias comenzará a fraguarse en 1960 con la celebración en Limoges del denominado Congreso Intercontinental de la CNT en el exilio. En dicho congreso se aprobó la reunificación confederal y el recurso a la violencia como herramienta para luchar contra el régimen. Pero la estrategia a desarrollar sería muy diferente a la puesta en marcha por el maquis. Los acuerdos aprobados no se llevarán a la práctica hasta la celebración al año siguiente de un nuevo congreso en la misma localidad francesa de Limoges. La reunificación era ya un hecho constatado y con ella una nueva ofensiva libertaria contra el régimen estaba en marcha.
Defensa Interior
En una sesión reservada de dicho congreso se acordó la creación de un organismo secreto, denominado Defensa Interior (D.I.) que adoptó el nombre clave de El Submarino. Este nuevo organismo conspirativo nacía con una doble misión: hostigar al régimen con acciones armadas a la que vez que se fijaba como objetivo capital matar a Franco.
Para la composición del D.I. fueron elegidos militantes destacados de las varias tendencias y de los varios lugares por los que se había disgregado el exilio libertario. Entre otros nombres, en la nómina del D.I figuraban Cipriano Mera y Juan García Oliver. El primero, albañil de profesión, durante la Guerra Civil había dirigido un Cuerpo del Ejército Republicano y se había destacado en la defensa de Madrid. Por su parte García Oliver había pertenecido al mítico grupo de “Los Solidarios” y había aceptado el cargo de Ministro de Justicia durante el periodo de colaboración gubernamental.
Octavio Alberola fue designado para representar a la Juventudes Libertarias tras al insistencia de la organización juvenil para que no se las dejase fuera de El Submarino. En el mismo organismo fueron designados Vicente LLansola y Germinal Esgleas que formaban parte del sector inmovilista que más se había opuesta a la reunificación y que veía con malos ojos el nuevo protagonismo que los jóvenes estaban comenzando a jugar. Su inquietud se basa en el argumento de que las acciones armadas contra el régimen podían poner en peligro la legalidad de las organizaciones libertarias en Francia. A pesar de ello, Esgleas asumió la sección de propaganda del D.I. mientras que Llansola se encargaría de coordinar la misión capital del atentado contra Franco.
Según testimonio de Octavio Alberola la intención de ambos era neutralizar al D.I. desde dentro, de esta manera el resto de miembros de “El Submarino” decidió emprender el protagonismo en solitario. í‰l propio Alberola fue designado como coordinador de las acciones armadas y de la preparación del atentado contra Franco.
La estructura operativa del D.I. no disponía de comandos permanentes sino que se nutría de ofrecimientos personales que eran realizados a los responsables de las federaciones locales de cada zona. Las armas y los explosivos provenían de almacenes clandestinos que los libertarios conservaban desde el periodo de la ocupación alemana. Las acciones que se proponía llevar a cabo el D.I. eran de carácter simbólico y no pretendían causar víctimas sino golpear de manera simbólica en los puntos neurálgicos del régimen para gritar al mundo que en España todavía existía una dictadura
A inicios del verano de 1962 El Submarino tendrá su bautismo de fuego con una bomba en Madrid en la sede del Vicariato General Castrense, días después se registrarán también explosiones en el Banco Popular de la calle Alcalá y en el Instituto de Previsión. En la ciudad condal la mano de los anarquistas del D.I. también se dejará sentir mediante la colocación de artefactos en el Instituto Nacional de Previsión de Barcelona, en la Residencia Monterotas y una tercera bomba será lanzada al jardín de la sede de Falange Española.
El 14 de julio el monumento al papa Clemente XII en la basílica de San Pedro en Roma será sacudido por una tremenda detonación. Al día siguiente se registrará una explosión en el balcón de la Casa Consistorial de Valencia donde horas antes Franco había pronunciado un discurso. El denominado Consejo Ibérico de Liberación reivindica la acción mediante un comunicado que decía “te seguimos los pasos”.
Los atentados casi simultáneos en todo el territorio nacional sembraron el desconcierto en el régimen que no tardó en responder con un incremento de la represión. El D.I. había dejado ya su tarjeta de presentación y preparaba la acción más sonada de aquel agitado verano.
Bomba en el Valle de los Caídos
Un mes después de darse a conocer El Submarino pondrá en marcha una de sus acciones más espectaculares. La basílica del Valle de los Caídos, que había sido levantada por el trabajo forzado de cientos de prisioneros políticos, se convertirá en el nuevo objetivo marcado. Con esta acción se continuaba la senda ya trazada de atacar lugares simbólicos de la dictadura, no en vano la basílica era el lugar donde Franco había decidido ubicar su futura tumba, y donde ya descansaban los restos del fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera. Esta vez, tras la acción simbólica se escondía una estrategia de despiste que ocultaba la puesta en marcha de una operación de mayor envergadura. El D.I. se había propuesto acelerar de forma considerable la entrada de los restos mortales del Caudillo en el nuevo mausoleo que se había hecho construir. En el mes de agosto de 1962 se iba a producir el primero de sus intentos.
Dos jóvenes habían cruzado días antes la frontera de la Junquera para cumplir la misión que desde Francia les había sido asignada; un golpe audaz que demostraba que el régimen era vulnerable. A su vez el petardo en el Valle de los Caídos servía para despistar la atención sobre el atentado que pretendía realizarse contra el Generalísimo en su residencia de Ayete y cuyos preparativos estaban ya en marcha.
Nada de esto sabían Antonio Martín ni Paul Desnais que llevaron acabó la operación en Madrid. El primero era hijo de republicanos españoles victimas de la emigración forzosa. Antonio había vivido con su familia en Estrasburgo hasta que terminó sus estudios de perito electricista. Después se traslado a vivir a Paris donde entró en contacto con la C.N.T. y las Juventudes Libertarias ofreciéndose voluntario para las misiones que desde el organismo conspirativo se le quisieran asignar. No era su primera acción, justo un año antes había viajado hasta Italia para poner una bomba en el consulado español en Roma. No será tampoco la última, Antonio Martín será uno de los autores materiales de las bombas que al año siguiente estallarán en Madrid y por las que serán condenados a muerte Francisco Granado y Joaquín Delgado. Cabe decir que actualmente Antonio forma parte del grupo por la revisión del caso Granado-Delgado y ha reivindicado públicamente su participación en los hechos por los que fueron agarrotados estos dos jóvenes libertarios.
Por su parte Paul Desnais, un medico libertario de origen francés que se había significado en la lucha contra la O.A.S Organisation Armée Secréte –Organización del Ejercito Secreto- no había dudado en acercarse a los libertarios españoles en su lucha contra cualquier forma de dictadura.
El mecanismo eléctrico que Antonio Martín había dejado preparado para la ocasión funcionó perfectamente. Una terrible explosión sacudió el interior de una de las capillas laterales de la basílica. Una nueva nota explicativa fue enviada por el Consejo Ibérico de Liberación a la prensa internacional que, mediante el comunicado “ni en tu tumba te dejaremos descansar tranquilo”, reivindicaba los hechos.
Ante la avalancha de atentados la represión del régimen no se hizo esperar y dos semanas después era detenido Francisco Sánchez Ruano, un estudiante de Ciencias económicas. Ruano colaboraba en la universidad con distintos medios de la oposición, sin militar de forma concreta en ninguno de ellos, distribuyendo propaganda. Durante el verano trabajaba acompañando a grupos de turistas extranjeros que visitaban la ciudad. Fatídicamente el día en el que se produjo la explosión en el Valle de los Caídos se encontraba visitando la basílica. “…cuando estábamos dentro de la basílica, frente a la tumba de José Antonio, escuchamos un ruido tremendo. Pensamos que aquello se hundía y salimos corriendo. La policía que custodiaba el monumento nos tomó los nombres y salimos sin problemas”1.
A los pocos días la policía registró su domicilio hallándole en posesión de propaganda anarquista. Ese mismo año en el consejo de guerra celebrado contra Sánchez Ruano y otros 11 jóvenes libertarios, condenó al primero a 28 años de reclusión por delito de rebelión militar consumado, aunque en la propia sentencia se reconoce que no consta que tuviese “participación directa, material o moral”. La posesión de propaganda anarquista y estar, según las conclusiones del tribunal militar, “informado y de acuerdo con los planes terroristas de las juventudes libertarias” le valió pasar 10 años encerrado en una prisión franquista.
Antonio Martín y Paul Desneis habían abandonado el país regresando a Francia sin más sobresaltos. La bomba que habían colocado en el Valle de los Caídos trataba de despistar a los servicios de seguridad del régimen. Desde hacía ya meses otros libertarios estaba preparando secretamente el atentado que eliminase al Caudillo en San Sebastián.
Matar a Franco
Eliminar al Generalísimo, y con él al régimen que personificaba, era el objetivo principal en el que secretamente venían trabajando los miembros del D.I. El lugar elegido sería la residencia donostiarra que el Caudillo tenía en el Palacio de Ayete. Un proyecto que no era nuevo ni para Octavio Alberola ni para García Oliver y que había tenía que ser pospuesto ante la celebración del congreso de reunificación.
Conjuntamente Cipriano Mera y Octavio Alberola habían comenzado ha mover sus contactos entre los libertarios del sur de Francia para poner en marcha los preparativos de la operación. Los miembros del D.I buscaban la manera de introducir en España los vente kilos de explosivos necesarios para la acción. Para ello se servirán del contacto que varios libertarios de Bayona tenían con el joven independentista vasco Julen Madariaga que en aquella época integraba la dirección de ETA.
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La organización armada vasca había nacido en el verano de 1959 a partir de la asociación juvenil EKIN que se había escindido del PNV al considerarlo inoperante. Su nacimiento era casi un calco de lo que se había vivido en las filas del movimiento anarquista cuyos jóvenes se rebelaban contra el inmovilismo de las estructuras clásicas.
Aquella recién creada ETA necesitaba armas con las que llevar a cabo sus atentados y decidió buscarlas entre los libertarios pues sabía que estos aún conservaban depósitos del periodo de la ocupación nazi en Francia. Fue así como la CNT en el exilio facilitó a ETA las primeras armas, metralletas Sten fabricadas en Inglaterra y pequeñas cantidades de explosivo plástico. Ahora eran los anarquistas del D.I. quienes reclamaban su ayuda para acabar con Franco.
Julen Madariaga se encargó de recoger en Bayona una maleta no demasiado grande y de entregarla a su vez otra persona. Los veinte kilos de explosivo habían cruzado ya la frontera. Mientras tanto la joven libertaria de Bayona, Julia Hermosilla, visitaba insistentemente las inmediaciones del palacio de Ayete llegando a la conclusión que las cercanas laderas del monte Ullía era el lugar adecuado para hacer detonar la bomba. Solo faltaban los miembros del comando que ejecutarían la acción.
Los elegidos fueron tres jóvenes franceses que con documentación perfectamente en regla cruzaron la frontera. Su anonimato y experiencia previa en la lucha contra la O.A.S hacia de ellos la mejor garantía de éxito. Mientras tanto Cipriano Mera y Octavio Alberola se desplazaron desde París a Bayona para alojarse en un camping de San Juan de luz donde poder seguir los acontecimientos. Su contacto con el comando era uno de los jóvenes franceses elegidos para la acción, los otros dos haciéndose pasar por una pareja de novios sepultaron el explosivo en una cuesta de Aldapena simulando una merienda dominguera. Una vez concluida la operación previa se alojaron en un camping próximo al monte de Ulía para esperar la llegada de Franco. Desde allí, mediante un dispositivo de radio, debían hacer explotar la carga al paso de la comitiva oficial en la que Franco hiciese entrada al palacio para disfrutar de sus vacaciones como había venido sucediendo en años anteriores. Todo estaba listo, solo faltaba ponerle el cascabel al gato.
Con todos los detalles ultimados Alberola y Mera se desplazaron de nuevo a París para reunirse con García Oliver recién llegado de México para incorporarse al D.I. Desde la capital francesa seguirán el desarrollo de la acción estando preparados para enviar el comunicado que revindicase el magnicidio.
Las actividades y desplazamientos veraniegos del Caudillo se mantenían en el más absoluto secreto para evitar cualquier imprevisto informándose solo de algunos de su actos públicos. El 18 de agosto el comando que esperaba la llegada de Franco se puso en alerta al ver aproximarse la llegada de la comitiva oficial. Era el momento ansiadamente esperado. Sin embargo, el sobresalto cundió cuando entre los vehículos que componían la comitiva no se encontraba el Caudillo sino su mujer, Carmen Polo, e hija.
-¿Qué hacemos?
-Este cabrón ha dejado que la Collares y su hija le vayan abriéndo el camino…
Los miembros del comando han estado a punto de accionar el mecanismo, pero desisten en el último momento ante la esperanza de una llegada posterior del Generalísimo.
Había pasado ya casi una semana desde que el explosivo había sido sepultado y la intranquilidad reinaba entre los jóvenes franceses. La posibilidad de que sus planes hubiesen trascendido no era remota, y la prensa comenzaba a especular con la posibilidad de que quizá Franco no pasase ese año sus vacaciones en San Sebastián.
Ante la perspectiva de que la batería de la que estaba dotado el artefacto se agotase, desde Paris Mera, García Oliver y Alberola trasmitieron la indicación de detonar el artefacto. A ser posible la explosión debía producirse al paso de un coche oficial, evitando que posteriormente la carga pudiese provocar victimas inocentes. “Descartado el atentado directo pretendíamos un atentado simbólico para advertirle de que íbamos a por él” asegura Octavio Alberola.
Al día siguiente la explosión pudo escucharse en las cercanías del palacio como un rumor opaco. Ese mismo día, y contra todo pronóstico, la prensa anunciaba para la jornada siguiente la llegada de su excelencia el Jefe del Estado. Su yate Azor fondeaba a las 7.45 en el puerto de San Sebastián siendo recibido por autoridades civiles y militares. La ciudad entera acudió a recibirle y el Caudillo cruzaba la ciudad en un vehículo ostesiblemnte descubierto dejándose ovacionar por la muchedumbre que se agolpaba en su recorrido. Momentos después su vehículo oficial hacía entrada en el palacio de Ayete.
El por qué del fracaso
El día 21 de agosto una nota sepultada en las páginas de prensa daba cuenta de la explosión minimizando los hechos: “en la noche pasada estalló un petardo en una huerta situada en la cuesta de Aldapeta, en la carretera de San Sebastián a Hernani, entre los caseríos de Arquita y Borda. Los daños materiales se reducen a la rotura de algunos cristales de una villa particular y de un noviciado de monjas en las proximidades del solitario lugar. Se realizan activas gestiones en averiguación de quienes puedan ser los autores”
En un boletín interno de la Comisaría General de Investigación Social, fechado 8 días antes de que se registrase la explosión, pone de manifiesto que la policía poseía ciertas informaciones sobre la preparación de un atentado contra el Caudillo, aunque no disponía de todos los detalles y atribuía el plan a ETA. “Existe el proyecto de realizar un atentado contra S.E el Jefe del Estado aprovechando sus días de estancia en la capital donostiarra durante el verano”. Es quizá una de las claves que explicarían el cambio repentino en el desplazamiento del Caudillo que hizo fracasar los planes de los anarquistas.
La primera tentativa de magnicidio del D.I se iba al traste, aunque desde ese mismo momento se ponían en marcha estaban otros proyectos que tomaría Madrid como escenario y los que dos jóvenes libertarios emprenderían un viaje hacia la muerte.
Modesto Agustí
1. Este y otros entrecomillados pertenecen al libro “Garrote Vil para dos inocentes. El caso Delgado-Granado” de Carlos Fonseca
Referencias bibliográficas y documentales:
– Alberola, Octavio, Gransac, Ariane, El anarquismo español y la acción revolucionaria (1961-1974), Virus Editorial, Barcelona 2004.
– Bayo, Eliseo, Los atentados contra Franco, Plaza & Janes editores, Barcelona, 1976.
– Edo, Luís Andrés, La CNT en la encrucijada. Aventuras de un heterodoxo. Flor del Viento Ediciones, Barcelona, 2006
– Fonseca, Carlos, Garrote Vil pata dos inocentes. El caso Delgado-Granado, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1998.
– Ventura, Joan, Tren correu 1.104. El darrer viatge del Quico Sabaté i els seus quatre companys, Editorial Fonoll, Girona, 2009
– Documental Los que quisieron matar a Franco, dirigido por Pedro Costa, 2006.
ruyelcava
genial ARTICULO DE INVESTIGACION!!!! ENHORABUENA!!!
Anónimo
la verdad es que el artículo esta muy bien documentado.
Es una pena que en el garrote bill se ajusticiase a gente que era inocente y que todos esos sucesos se tapasen de cara a los medios. Pero esas cosas hoy en día siguen sucediendo.
Carmen Facal
Me gustaria si alguien puede saber , en que año dejo de encarcelar a los republicanos mientras el veraneaba en San Sebastian , y se sabe de que año a que año . muchas gracias