Desde hace ya algún tiempo, chavales que han sido torturados en centros de menores (tanto cerrados como de régimen abierto) vienen comentando la existencia de un sistema para atarles que no necesita estar anclado de manera fija a sillas o camas, y que por lo tanto no es tan fácil de detectar en las infrecuentes y poco efectivas visitas de inspectores.
Sus carceleros y maltratadores se refieren al sistema por su nombre comercial: SEGURFIX. Así que no ha sido difícil buscar el distribuidor en España del aparato, e incluso hablar con ellos. La empresa se llama Prosanitas y presenta su mercancía como “Una ayuda para el personal sanitario y un alivio para el paciente”.
Este sistema de contención tiene ciertas utilidades médicas y existe en los hospitales, debe entenderse como un instrumento de uso concreto y puntual para evitar – por poner un ejemplo – que un enfermo sondado en un estado de agitación se arranque los tubos. Por lo tanto, el problema no es la existencia en sí del aparato y su tecnología (un cierre imantado que es imposible de abrir recurriendo simplemente a la fuerza física), sino su conversión en una mercancía más y su existencia como respuesta a demandas que nada tienen de médicas o terapéuticas. En otras palabras, un empresario de turno ha sabido sacar tajada de la práctica generalizada de la tortura en este país. Ha contratado la distribución de la mercancía y la ofrece baja pretextos humanitarios y éticos. Para colmo de la aberración, y por si alguien tenía alguna duda de lo repugnante que puede llegar a ser un sistema que basa su existencia únicamente en el maldito dinero, una muchacha sonriente se encarga de presentarnos las correas sujeción con una sonrisa en la cara y vestida de lycra. Podría ofrecernos un yogur contra el estreñimiento o un gimnasio para hacer aeróbic.
Su atención telefónica se encarga de alabar las virtudes del producto (realmente económico comentan con voz musical: menos de 150 euros el cinturón abdominal, el resto de sujeciones – piernas, brazos etc. – van por separado). Y no, no tienen el más mínimo problema en vendérselo a cualquiera. No hay ningún tipo de control gubernamental. No tienes que pertenecer a la administración de un hospital ni nada parecido. Es mercancía al alcance de cualquiera que quiera y pueda pagarla.
Así es como algo de cuya existencia no deberíamos apenas tener conciencia se convierte en un producto más del escaparate capitalista. Sin escrúpulos ni objeciones morales: la sociedad lo demanda, las empresas lo suministran. Así de sencillo y así de nauseabundo.
Prosanitas es cómplice de los maltratos en los centros de menores (y somos conscientes de que aquí estamos dejando de lado otros muchos llevados a cabo con sus productos). Tiene la desfachatez de recurrir a una propaganda que insulta a la inteligencia y esconderse bajo coartadas humanitarias. Atar e inmovilizar a la gente no puede ser una industria. Y la sociedad que lo permite o alienta tiene un futuro oscuro y desolador. Si además se trata de niños, esa sociedad da tanto asco que no debemos perder un instante y combatirla hasta hacerla desaparecer…
Grupo esfuerzo
Prosanitas, s.a. Marquí¨s de Sentmenat, 82 – 08029 BARCELONA / Teléfono 93 430 38 39 – 902 113 114 – Fax 93 430 49 74. www.prosanitas.es
Lazaro
EEyy yo he probado en mis carnes el aparato este y su objetivo lo cumple al cien por cien, pero lo de que no deja marcas no lo tengo yo tan claro.
En el Divino Valles lo usan.
Salud
Joan
Hombre, por esa regla de tres tampoco sería ético vender cuerdas. El problema está en que algún capullo lo de otra utilidad