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Después de nueve años largos celebramos cincuenta editoriales. Lo hacemos en un tiempo poco apropiado para homenajes, donde la derechización mundial se traduce en el sacrificio y sufrimiento de los más débiles, el mayor enriquecimiento de los ya ricos y el silencio de los medios de comunicación.
Poco o muy poco en estos nueve años de televisión, periódicos y radios ha escapado de los cánones de lo correcto, lo conveniente y lo lucrativo. Y menos en tan eminente ciudad. Pero desde febrero de 2001, yermos de toda subvención y de cualquier tutela, un goteo de jocosa denuncia, de crítica mordaz, se ha cristalizado en esta austera publicación. No contamos con poción mágica alguna que nos iguale a los irreductibles galos de Uderzo, pero poseemos el buen humor y el mismo descaro que nos llevó a fotocopiar nuestra rabia y nuestras gamberra percepción de este Burgos en esto que es El Perdigón.
Cincuenta veces hemos insistido, y no hemos dejado de repetir lo que Virgilio, fundador de tanto espíritu burlesco -cuyo inacabable hueco se ha ido llenando con otras plumas, porque nadie es insustituible, desde luego, pero nuestro Virgilio es inolvidable- escribía cuando cumplíamos 25 números y que hoy reproducimos en su memoria : “El propósito del Perdigón es denunciar los grandes errores, el empantanamiento de las instituciones, procurando pasarlo por el tamiz del humor que es lo único que les puede incomodar”.
Y así este pequeño ave, apenas imperceptible, ha podido valerse de su inocente tamaño para husmear en toda oquedad municipal y donde picotear cualquier grieta del poder. Y no es sólo la desvergí¼enza y la prepotencia del influyente lo que nos ha llamado la atención sino la servidumbre y el palanganismo de quienes toleran y sonríen.
Aunque seguimos sufriendo la ausencia de Virgilio, damos gracias a todos esos rojos-rojísimos que de forma altruista se han incorporado al Perdigón y que número tras número escriben y dejan plasmada la realidad de una ciudad y de un país ocupado por el dios mercado. Todos nosotros sabemos que la palabra y la ironía deben ser el sabotaje contra esa ocupación. Y estamos dispuestos a seguir hasta que el cuerpo aguante y la autoridad emanada del mercado nos deje.
A todos los que acogéis con cariño el Perdigón nuestra gratitud y nuestra amistad. Gracias amigos.
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