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A continuación varios textos interesantes desde Palencia.

Texto repartido antes de que salieran los autobuses que iban a madrid a la manifestacion organizada por UGT Y CCOO en Palencia

Dado que los sindicatos fueron legalizados, su historia es la de la infamia. A ellos tan amantes de la memoria histórica les vamos a recordar algunos datos:
El movimiento de huelgas que sacudió el paí­s entre enero y marzo del 76 se resolvió cuando el PCE y su sindicato, CC.OO principalmente, preocupados por hacerse un sitio en el “ámbito polí­tico”, las relucieron a huelgas yuxtapuestas y las liquidaron una a una con los métodos que les son propios: violación de los acuerdos asamblearios, engaños manipulaciones. A pesar de la escasa implantación de los sindicatos en aquellos años hay que reconocer que siempre emplean hábilmente sus fuerzas, por pequeñas que sean. Otro de los resultados de aquella huelga fue la pérdida de la supremací­a de CC.OO y la consolidación de las centrales de UGT y USO lo que obliga a los primeros a coordinarse conjuntamente con los segundos en la COS para “conseguir la unidad de acción entre las organizaciones que lo integran, o sea unir a los trabajadores tras los sindicatos. La policí­a terminaba en las calles lo que los sindicatos empezaban en las fábricas. Pero el descontento continuaba agravado por la crisis. En 1977 un 60% de pequeñas y medianas empresas tení­an dificultades financieras, se calculaba que en 1978 podí­an desaparecer diez mil empresas. Ante este panorama la patronal exigí­a medidas que le permitiera mantener sus beneficios, a base de reducir los costes salariales. Era necesario obtener del gobierno la medida del despido libre y barato y pactar con los sindicatos el aplastamiento de la acción autónoma de los trabajadores. Se firman los pactos de la Moncloa que inauguran el nuevo periodo de la polí­tica de colaboración de clases. Estos pactos no fueron desautorizados por un movimiento generalizado de huelgas, como gobierno y sindicatos temí­an. Bien al contrario, se consolidan al celebrar las primeras elecciones sindicales. Estas decidieron la suerte de las asambleas. El protagonismo se desplazó hacia los delegados sindicales y de estos a las comisiones negociadoras de convenios en detrimento de los trabajadores. A partir de ese momento, los delegados de las comisiones, casi siempre sin ser elegidos, llevaran las negociaciones con la patronal, relegando la huelga a último recurso de presión.

En septiembre de 1978 y a solo ocho meses de la firma de los pactos de la Moncloa estos se habí­an vuelto inservibles y la patronal presionó para obtener una segunda devaluación salarial. Los sindicatos aceptan la flexibilización y el tope salarial del 13% a cambio de una mayor intervención en las fábricas con el reconocimiento y dotación de atribuciones de la acción sindical, una cesión de locales del “patrimonio sindical franquista” y una ayuda financiera para compensar la huelga de cotizaciones de los afiliados, hartos de sus desmanes.

Tras la elecciones del 79 la patronal cambia de socios y la relación Suárez – Carrillo y Gobierno – CC.OO vira a favor del sindicato que estaba en las mejores condiciones de servir con eficacia a la patronal, la UGT. El pacto del verano del 79 UGT – CEOE se materializa en el parlamento entre gobierno y PSOE en forma de estatuto de los trabajadores de 20 de diciembre de 1979. En palabras del entonces presidente de la patronal: “En el estatuto hemos conseguido que se pueda despedir con una reducción del 20% y no se paguen los salarios de tramitación en el despido improcedente. Otra ventaja es el silencio administrativo de la Dirección General del Trabajo para resolver los ERE´s. Le basta no contestar y se resuelve positivamente y se puede despedir. También son positivos los contratos a tiempo parcial.”

El 5 de enero de 1980 UGT y CEOE firman el Acuerdo Marco Interconfederal. Con este acuerdo la UGT se comprometí­a a combatir el asamblearismo, la baja productividad, el absentismo, la indisciplina, recorte de salarios y prolongación de los convenios a dos años y una jornada laboral congelada.
La ley básica de empleo de octubre de 1980 reduciendo las prestaciones del paro, obligaba a los trabajadores a renunciar a todas las ventajas conseguidas en los últimos años. O bien, gobierno y patronal dejaban que las empresas en crisis se hundiesen.

En lo sucesivo los trabajadores no contarán ya entre las principales preocupaciones del poder y el resto de reformas que se han abordado se han implantado sin mayor dificultad. A cada recesión le sigue una reforma. En 1984 se promulgó la ley 23/1984 de dos de agosto de reforma del Estatuto de los trabajadores donde se introdujo el contrato temporal con costes de despido muy reducidos.

En el 88 nuevos intentos de introducir reformas contractuales para los jóvenes acabó en la huelga general del 14-D. El ejemplo más claro de seguidismo vergonzoso de los últimos años, a merced ya de los sindicatos, protagonizado por los trabajadores.
La recesión del 92-93 se prolongó hasta el 94 con una cota de parados nunca vista hasta alcanzar los 3.5 millones. Una nueva reforma del mercado de trabajo tiene lugar en mayo de dicho año. Con ella se crearon nuevas figuras de contratación temporal, amplio las causas de despido individual e introdujo las ETT,s.

En 1997 se introdujo un nuevo contrato indefinido con una menor indemnización en caso de despido improcedente y flexibilizó la negociación colectiva. La última hasta el momento ha sido la del año 2006, todos la recordamos. La protesta por su implantación ocasionó el 1º de Mayo en el que siete personas fueron denunciadas por CC.OO y UGT con el falaz argumento de impedir a los trabajadores el derecho a manifestarse libremente.

Y con esta última crisis, designada por los expertos como la más grave desde la Gran Depresión, la reforma prevista para principios del año que viene alcanzará dimensiones que aún no imaginamos.

Por todo ello, tras este pequeño repaso a los acontecimientos que demuestran el como y el cuando de las diversas traiciones acaecidas, en ocasiones, con el consentimiento impávido de los trabajadores, nos dirigimos a ti.

Tenemos dos opciones o la de consentir, o la de plantarle cara.

Los sindicatos, sí­mbolo de la pérdida de autonomí­a de la clase obrera en la lucha por su dignidad, pretenden ganarse nuestro beneplácito manifestándose (más bien campaneándose) hoy en Madrid. A sabiendas de que una nueva traición está ya en el horno a punto de hacerse pública, pretenden despistarnos con este alarde de rebeldí­a. Pacto tras pacto pretenden nuestra liquidación total.

NO QUEREMOS VUESTRO APOYO…
¡¡QUEREMOS VUESTRA IMPLICACIí“N!!

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