El 5 de Marzo, tras la resaca electoral, un conocido monologuista a sueldo del partido independentista más votado en Cataluña contaba en una de sus actuaciones públicas, el siguiente chiste:
“se gana abriendo bares y cerrando hospitales”
Al conocido monologuista, por simple geografía, le importa una mierda agraviar a los votantes al sur de Somosierra que celebran en los bares el cierre de los hospitales. Nuestros valores han cambiado. Hoy la Libertad es ampliamente entendida como la capacidad humana para poder entrar en el bar que se quiera y a la hora que se quiera. Pero a este estado de diarrea mental colectiva no hemos llegado de la noche a la mañana. Hemos tenido que pasar más de un año de pandemia: Con confinamientos, rodeados de “cuñados”, “magufos”, “políticos” y “tertulianos”; Pero sobretodo, muy importante, horas de fuego a discreción de medios de comunicación dedicados a desinformar y a opinar de cosas sumamente complicadas. Librarse de la balística terrorista de los medios de comunicación es imposible y todas, en mayor o menor medida, somos víctimas de sus miserables acciones.
Abrir portadas con esto lamentablemente tiene un precio:
Tiene un precio para los hosteleros, claro, poner cosas en el diario más leído de Burgos no sale gratis. Y también un precio social, idiotizar a la población con chorradas como esta tiene un gran coste para todas. El estudio, obviamente, no tiene base científica, es hilarante, una maniobra de burda manipulación y carece de la más mínima ética… ni tan siquiera tiene sentido pararse a desmentirlo. Lamentablemente ni esta será la primera ni la última gilipollez de “la patronal del bar“. Llevan años atentado contra la población, pero el último año ha sido especialmente virulento. Estos fulanos están lejos de deponer esta actitud y disolverse:
Algunas entre caña y caña llegan a asegurar que los baretos son una economía esencial, que forma parte de la maquinaria que mueve un país llamado España. La verborrea liberal-hostelera ha calado en las parroquianas, que somos muchas, de una forma alarmante. Queremos Libertad, para elegir entre “Mau”, “Queler” o “Alambra” y nadie habla de los contratos basura que suelen tener las que te ponen esa cervecita fría o han hecho el pincho de tortilla. Nadie habla de las plazas de aparcamiento que estos negocietes han secuestrado, especialmente en Gamonal, un barrio que adolece mucho cada plaza de aparcamiento pública suprimida. Tampoco se habla de la tortuosa presión que ha ejercido este innominable circulo de empresarios sobre los políticos que gobiernan.
Claro que sí. Bajemos los impuestos a los empresarios, a los de los bares sobretodo. Rescatemos sus ruinosos negocios y para ellos las ganancias. Permitamos que hagan contratos más miserables. Dejémosles todo el espacio público que quieran. ¡Salvemos los bares! El resto puede esperar…
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