Publicado por DV & archivado en Burgos, Eventos.

imagesMario conde visita mañana viernes la ciudad de Burgos en unas utópicas jornadas sobre derecho penitenciario que organiza caja cí­rculo, sorprendente es que el presidente de Banesto en el año 1987 y uno de los mayores estafadores de la historia del estado español nos venga a deleitar con su derecho penitenciario.

Mario conde después de ser uno de los mas brillantes licenciados en derecho en la universidad de Deusto, invierte en una serie de negocios que le hacen ponerse en 1987 al frente de la entidad bancaria Banesto a través de la cual obtiene un alto nivel de prestigio social (su popularidad alcanzó cotas inimaginables y obtuvo todo tipo de reconocimientos como el de la Universidad Complutense, que le nombró doctor ‘honoris causa’ en un acto presidido por S.M. el Rey y todas las máximas autoridades de este paí­s).Pero su elevado prestigio social llego a su fin, Banesto entra en quiebra y tiene que ser intervenida en 1993, al ser intervenida se descubren una serie de estafas del “excelentí­simo y adulado Mario” , “el hombre ejemplar” tiene que hacer frente a la acusación de haber robado “solo” 600 millones de pesetas así­ como otra serie de estafas que el angelito realizo durante su estancia en Banesto, por ello se le condena a 14 años de prisión , la defensa recurre y paga una fianza ,devuelve parte de lo robado a Banesto y es condenado a prisión en la cárcel de Alcalá meco eso si disfruta del tercer grado desde su entrada durmiendo en el centro victoria Kent.

Insultante es pues que este inmundo ladrón venga a Burgos, pero aun mas insultante es que un ladrón inaugure unas jornadas de derecho penitenciario, ¿de que derecho nos vas a hablar Mario? Del que disfrutaste tu por robar a todos, ¿porque se te aplico directamente el tercer grado si tenias una condena por delante de 14 años? Quizás me viene a la cabeza una respuesta: porque tu dinero huele bien, huele a sucio dinero y con el haces y deshaces en este sistema podrido, ya lo dijo Quevedo “poderoso caballero don dinero”, ¿nos vas a deleitar con lo bueno y bonito que es el sistema penitenciario?

Quizás sobre derecho sepas mucho, no lo pongo en duda pero te aseguro que no tienes ni la más remota idea de la cloaca que es la cárcel, de sus torturas diarias, de la destrucción del ser humano que supone esta, de lo que es el régimen fí­es, ni la dispersión de presos con todo lo que acarrea a sus respectivos familiares, pero a eso si se me ocurre una respuesta clara y concisa:

Porque lo has vivido desde el muro de la protección, desde el colchón que te da el dinero. Se me ocurre que el sistema penitenciario esta hecho solo para castigar a los pobres y miserables y tu, ladrón de guante blanco, ensalzado Mario eres un claro ejemplo de ello.

Nota: Mario Conde abre mañana Viernes a las 10:30 h. la X Jornada de Derecho Penitenciario en el salon de actos de caja cí­rculo de la plaza de los delfines, con una ponencia de responsabilidad civil en el tratamiento penintenciario, organizada por el Servicio de Orientación y Asistencia Jurí­dica Penitenciaria y el Colegio de Abogados.

11 Comentarios para “¿De que vienes a hablarnos Mario?”

  1. Anónimo

    Genial artí­culo. Joder la cárcel es para los pobres y el derecho para los ricos…

    ¡Aupa!

  2. Anónimo

    Solo espero que alguien le recordase esta mañana lo robapodres que ha sido.

  3. KomadoKalimotxo

    Este hijo d eputa le mangó 4 o 5 kilos a una tia mia cuando el pufo de banesto… Hijo de puta, y que tengan que ser siempre los hijos de puta los que nos visitan. Como se les ocurra volar, nos van a tapar la luz

  4. beatriz

    Si uste es periodista, deberí­a volver a repasar sus apuntes e informarse mejor sobre lo que ocurrió en el caso Banesto, amén de leerse el libro de Derecho penitenciario y el que narra su paso por la cárcel, contradice todo lo que usted está diciendo. ¿Podrí­a argumentar y no sólo descalificar?

  5. beatriz

    El ”hijo puta este” como lo llaman, no le robó a la tí­a de nadie 5 millones, no fue él, ¿qué pasa? ¿no se atreven a pedir cuentas a quien los robó? Léanse las sentencias por favor y luego los insultos serán más coherentes

  6. uno que opina

    La verdad es que Bestriz tienes razón, ¿qué han hecho las putas para que se las compare con semejante individuo?

  7. Anónimo

    beatriz, ese señor es todo un ladrón. No quita que sea un ladrón de pobres para que otros bajo su ala se llevasen mucho más, la justicia es tan imperfecta que suele condenar al que menos culpa tiene. No obstante permitame que todo lo que salga por la boca de ese señor me parezca una patraña de la que es mejor no fiarse.

  8. KomandoKalimotxo

    Beatriz, el anónimo te lo ha puesto bien clarito.

  9. Sergio Farras

    Mario Conde, de astuto banquero a monje arrepentido.

    El alma suele limpiarse en el retiro y en la contemplación más solitaria y separada del cuerpo. En una estrecha y oscura celda para meditar, mientras el espí­ritu puede subir a alturas inimaginables.

    El señor Mario Conde, que fue icono de algunos yuppies atontados de los noventa, se nos presenta ahora un tanto arcano y medio mí­stico. De corte misántropo y de introversión afligida, limpiando su conciencia entre el arrepentimiento y el remordimiento que da la penitencia. Desguarnecido ya del poder que ostentó fastuoso. Y ahora desnudo de ambición y acogiéndose a la honorable llama que alumbra el arrepentimiento. Total, seiscientos mil millones de las antiguas pesetas no es para tanto. Ni tampoco para tomárselo como algo personal. Solo es dinero, vil metal, mí­seras monedas que cabrí­an en un cesto de sencillo mimbre, sin asa por donde poder cogerlo.

    El señor Conde, que ya hace algún tiempo que disfruta de su libertad de una condena cumplida. Vivió unos años entre callados muros carcelarios -ese fue su patí­bulo-. Y tomado las debidas precauciones purgó su pena en un tálamo, sólo y desorientado. Y se ve -según nos cuenta desde su sencilla vida actual, ya no como necio, quizás ya como sabio- como descubrió la virtud que da la filosofí­a y el estoicismo de la soledad. Más de destierro obligado que de voluntaria clausura impuesta. Lo que sorprende, porque esto de filosofar no da dinero y tampoco es exorcio de banqueros y astutos mercaderes de almas de bronce.

    Cuando juicio… Ahora, Mario Conde ya no tiene ese porte de galán y conquistador de irresistible y encantadora aura de flecos imantados, ni tampoco la fiera mirada del Dragón de Cómodo, ni el sarcasmo de Grouxo March. Más bien su mirada es triste y melancólica. De un mirar hacia atrás para entender su actual y simple brevedad de su tiempo presente. Que ahora es de recuerdo como forma actual de su particular derrotero.

    Su condena fue ejemplar, en su momento, de una justicia que no le consintió la burla y la chirigota. Cometiendo la imprudencia de ofender al juez. Riéndose y haciendo sátira como si la justicia fuera sólo un festí­n para los ricos. Pues el delito no corre más peligro que contra quien lo practica. Y las diligencias van más ligeras cuando uno traspasa la lí­nea de la roca donde se construye para acabar haciendo sombra triste y mustia a la luz de un candelabro.

    Don Mario fue un trabajador incansable, eso sí­. Se levantaba con las del Alba, y sus neuronas ya estaban operativas cuando los demás mortales todaví­a dormí­amos entre sueños de ceniza. í‰l no; él maquinaba desde su omnipotente despacho tretas y argucias, donde el banco era como su particular “Monopoly siendo él la banca y, los demás, simples fichas de sencillo e ingenuo parchí­s de toda la vida.

    Quizás su error más aberrante y disparate peor pensado fue cuando entró en tratos con aquel ambicioso y traidor avinagrado coronel del Cesid llamado Perote. Todos tenemos errores de esos que hacen mal o engordan. Hasta Descartes tuvo su error; el de separar el cuerpo de la mente con su tesis de que pensar es igual a ser, cuando se trata justamente de lo contrario. Lo malo es que hay errores demasiado hedonistas que no se pueden permitir. Pues el ego suele ser por antonomasia, el peor enemigo del hombre.

    Intentó chantajear al gobierno con información muy sensible que, probablemente, de ninguna de las maneras podrí­a ver el sol. Como la rosa negra, de esas que pueden vomitar azufre sobre el estado. Intentando hacer uso del informe “Criollo” como presunta “arma” para invalidar la intervención de Banesto. Como si tuviera en su poder la “caja de pandora”, creyendo así­ que del aquelarre saldrí­a inherente y que los truenos no le alcanzarí­an.

    Los años suelen sacar la verdad más pintoresca y engañosa. Ya lejos queda su etapa de brillante estudiante en Deusto donde hizo fama, historia y leyenda comerciando con sus apuntes a otros estudiantes menos aplicados y probablemente más cafres.
    Vendiendo antibióticos al por mayor – o sea, todos- fue su primer logro más sonado, especulativo y mercantil. Con el dinero ganado compraron un gran trozo de la tarta de Banesto. A los 39 años ya era presidente del banco y todos los españoles aprendimos que una OPA no era un derivado de hidrocarburos. Intentó fusiones y tratos con el viejo lobo de la banca más clásica y tradicional de la época; Alfonso Escámez. Pero éste, probablemente, lo debió de ver venir y no se fió de pelos engominados ni trajes de talle hechos a molde y de medida.

    Don Mario, a cada paso que daba le salí­an bastante bien las cosas. Y todos juntitos con los Albertos, las hermanas Koplowitz, y el “travieso” De la Rosa; aquél señor que se compró un parque de atracciones para él sólo. Fueron todos moda en el papel couché más deseado de los noventa. Una bacanal de delirios llevó a la “Jet Set” y demás vividores de aquellos años a embriagarse y arrimarse como sombras de esponjas de cuerpos opacos. Y sobre tanto festí­n del dinero fácil y de pelotazos desmedidos. Viendo como la codicia era prima de la avaricia, y sin sentir más culpa que aquél mercader de Venecia que vendió su vida por una libra de su carne.

    Su guiño a la polí­tica fue discreto, como algo nómada y de refilón. No convenciendo, probablemente, a los conservadores más escépticos. Pues debieron ver que con las cosas de comer no se juega y las manos contra más limpias, mejor, que luego van al pan.

    Todo esto, aparentemente, estaba muy bien y muy de moda. Pero un frí­o dí­a del mes de diciembre, antes de Navidad, el Banco de España actuó como el verdugo, aplicando el “garrote vil” de la intervención más sonada con clarines de enjuiciadores togados. La espada de la justicia cayó con todo su peso, a plomo, sobre el astuto financiero, haciendo preso a el banquero de pelo engominado y repeinado. Qué, trémulo sobre su trono, acabó perdiendo todo lo ganado y su carrera convertida en un triste sollozo. Despidiéndose así­; con un llanto de lástima y grima de la ebriedad mal entendida que puede dar el codicioso poder. Al final el trono desde donde regí­a se vio que era de blanda arcilla y no de sólido mármol, como suelen ser los de verdad. Quizás, de un barro mugriento y abyecto idéntico a sí­ mismo.

    Por la sed de la codicia acuden muchos a beber de su fontana, para embriagarse hasta enajenarse. Y con el calor que da la avaricia se fundieron los egos más ególatras. Eran tiempos donde manaban las monedas en frescos borbotones, de una hemorragia y borrachera a costa de las alforjas del equipaje de los clientes y accionistas del propio banco. Y que parecí­a que salí­a el dinero por el torrente del rí­o de la opulencia. Acuchillada la humildad, despreciada la virtud de la modestia, pensando que la abundancia era Jauja para encerarse toda la vida. Desconociendo el ciudadano que la cosa tení­a truco de prestidigitadores de manos sospechosas de algo. Y falsa fachada de papel mojado que acabó siendo fundida por el calor de la verdad.

    Probablemente Don Mario anduvo tanto que se paso de largo. Pensando, como aquél, que nunca le puede alcanzar la justicia. Siendo sus risas y desprecio a la justicia su sepelio como banquero y empresario. Pues si en otros con verdades más referentes de sendas imposibles se deben a los griegos, estos que especularon con conciencia cruenta pagaron con los pensamientos solitarios en umbrí­os aposentos. Para que pudieran reflexionar y se dieran cuenta de su necedad de avaricia, dejándolos ciegos en su codicia.

    Es virtud suave el dinero. Y el poder cruel enfermedad que puede descomponer el alma. Y, podrido de dinero hasta el tuétano, tampoco se ve que se alcanza la felicidad más platónica. Aquella que se anhela y que sólo es ficticia y adulterada por la irrealidad de los sueños de la usura y la avaricia.

    En el principio fue el ser, posteriormente el pensar; somos, luego pensamos. Ese fue el error de Descartes. El de Mario Conde, que lo cuente él algún dí­a.

    Sergio Farras, escritor tremendista.

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