La COVID-19 está más presente que nunca y todo parece que se va a quedar por mucho tiempo. Mientras tanto, la vida sigue, aunque sea con restricciones, con mucha incertidumbre y con un bombardeo constante de noticias sobre el tema como si nada más ocurriese en el mundo. Pero sí que pasan cosas…
Sin quitar importancia a la pandemia, es necesario apuntar que también hay personas con otras enfermedades vitales que están sufriendo mucho por no recibir el trato médico óptimo como antes de que apareciera la COVID-19.
También, hay empresas que han “aprovechado” esta situación para despedir sin miramientos a sus trabajores/as, especialmente a quienes se encuentran en situación de contrato temporal como ha sucedido a diversas empleadas de Inditex y limpiadoras de hoteles.
Curiosamente, muchos de los trabajos considerados esenciales durante esta situación, que tanto aplaudíamos meses atrás, están padeciendo condiciones labores pésimas: cuidadoras/es a personas dependientes con empleos por horas, personal de supermercados con salarios bajos, personal sanitario con contratos de días, o personal de limpieza en hogares que ha sido despedido por miedo al contagio, y una larga lista de profesionales afectados sin ningún tipo de apoyo. Nada nuevo sobre el horizonte: una precariedad laboral acumulada especialmente desde la crisis de 2008 y que ahora saca su cara más fea.
Hay muchas más curiosidades, por usar una palabra amable, en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana; pero quería centrarme en un acto pequeño pero no menos importante.
La maternidad en la actualidad no es nada fácil de conciliar con las medidas COVID, con las restricciones y situaciones inverosímiles que tenemos que padecer muchas de las mujeres que vivimos un embarazo en estos momentos. Siendo un proceso altamente complejo en el que tanto el cuerpo como la mente de la mujer deben afrontar retos y situaciones totalmente desconocidas e inciertas, si le sumas todo lo que está sucediendo en relación al virus, hay momentos que se sufre mucha vulnerabilidad psicológica.
Sin ir más lejos, una de las medidas que tenemos que aceptar sin opción a réplica es que a las sesiones ginecológicas, revisiones con la matrona y demás consultas rutinarias de seguimiento, no puedes acudir con tu acompañante que normalmente es la persona que disfruta contigo este periodo tan especial. Esto significa, que no pueden vivir de primera mano el desarrollo del embarazo como se hacía antes del virus.
Nos dicen que es por medidas de seguridad sanitaria y hasta ahí todo correcto; pero luego, descubres atónita que puedes ir con esa persona a cualquier otro espacio aunque haya menos medidas de seguridad como es ir a cenar a un restaurante, ir al cine, hacer la compra, ir a un espectáculo cultural, etc.
Ya muchas investigaciones sobre este tema como el que está realizando el Departamento de Psicología de la Universidad Loyola (Sevilla, España), que pretende evaluar el impacto de la pandemia por COVID-19 en gestantes y madres recientes en doce países: Albania, Bulgaria, Chipre, Francia, Grecia, Israel, Malta, Portugal, España, Turquía, Reino Unido y Brasil.
Sería necesario reflexionar más sobre estos aspectos porque es indudable que este tipo de medidas tienen un serio efecto sobre la salud de las mujeres gestantes y deja en evidencia que las medidas de seguridad siguen supeditadas a los mandatos del capital.
Donde hay dinero de por medio, donde se puede consumir, no hay problema de que estemos las embarazadas, sus acompañantes y todo perro pichichi, pero en lo referente a tu embarazo, te lo comes tu solita.
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