Publicado por DV & archivado en Burgos.

startSi he de ser sincero en su momento pensé que la candidatura Burgos 2016 podrí­a ser una válvula de escape que harí­a que la ciudad se liberase de los atavismos culturales que siempre la han acompañado. Me temo, sin embargo que, como de costumbre, he vuelto a pecar de inocente, aún cuando irremediablemente vuelva a convertirme en estatua de sal.

Estoy profundamente enamorado de Burgos, no lo puedo evitar. Estoy colado hasta los huesos por la ciudad que hace ya algunas décadas me vio nacer. Siento una infinita necesidad de sus gentes, de sus calles, de sus barrios, como aquel Gamonal cuya particular idiosincrasia ha contribuido a perfilar mi forma de ver el mundo. Y a la vez, y sin querer evitarlo, siento el más profundo de los odios por esta ciudad al norte de la meseta castellana, la desprecio con toda mi alma en un conjunto virulento de pasiones que devora mis entrañas. Lo se, no tengo remedio.

Y aunque lo pretenda, estimados lectores, no soy nada original. Es quizá esta amalgama de sentimientos encontrados la forma tí­pica que los exiliados de todas las épocas y lugares reportan a su lugar de origen. Siempre que me he ido de Burgos ha sido pensando en volver, siempre que he regresado ha sido con la firme decisión de no pisar jamás sus calles. Siempre me he debatido en la encrucijada de cambiar el exilio auto-impuesto de la distancia por aquel otro exilio interior de la vida en una capital de provincias al margen de la cultura oficial. Ambas travesí­as elegidas por decisión personal.

Algo tiene Burgos que te arrastra hasta sus geografí­as como un vórtice o un desagí¼e, algo que con la misma fuerza telúrica te catapulta más allá de sus lí­mites con la esperanza de no volver jamás. Con la vana esperanza de no necesitar ni siquiera echar la vista atrás aunque uno termine irremediblamente como la mujer de Lot. ¡Ay, maldita ciudad, hija de mil putas harapientas, no puedo vivir sin ti!

Una sensación que ha perseguido sin descanso a los habitantes de Burgos que han querido ver más allá de la sombra que proyecta su catedral. Un sentimiento encontrado que ha perseguido a sus artistas milenarios, a sus guerreros de leyenda, a sus intelectuales de toda época y condición y a los más genuinos de sus escritores actuales. Le pasó incluso a sus primigenios habitantes, que pasan por ser los más antiguos de Europa occidental, y que terminaron devorados en un festí­n caní­bal en una pequeña sierra a no más de 20 kilómetros de la ciudad que hoy conocemos con el nombre de Atapuerca. Todos ellos, sin excepción, están marcados por el binomio pasional del amor-odio hacia Burgos.

Burgos siempre ha estado a la expectativa de los grandes proyectos que terminen por ponerla en el mapa. Primero fue el ferrocarril minero que trajeron los ingleses o el Santander-Mediterráneo que harí­an que la ciudad adquirirá aires renovados que la ventilasen de su magma centenario. Proyectos que se quedaron con el camino y que sólo contribuyeron al beneficio de unos pocos. En nuestro horizonte más cercano se sitúa la candidatura de Burgos como capital de la Cultura Europea de 2016 que, desgraciadamente, participa de muchas de las ilusiones inconclusas del pasado.

“Quien siente afán de cultura, quien quiere innovar, o construir, o preparar nuevos caminos de inquietud espiritual, ése, quienquiera que sea, marcha por la vida a contracorriente” Antonio José Palacios, músico burgalés asesinado en 1936.

La frase de uno de los más apreciados artistas burgaleses que murió vilmente ejecutado en la lúgubre celda que se convirtió Burgos a partir de julio de 1936 resuena en la actualidad con un sentido casi oracular.

Si he de ser sincero en su momento pensé que la candidatura Burgos 2016 podrí­a ser una válvula de escape que harí­a que la ciudad se liberase de los atavismos culturales que siempre la han acompañado. Me temo, sin embargo que, como de costumbre, he vuelto a pecar de inocente, aún cuando irremediablemente vuelva a convertirme en estatua de sal.

Otros lo han dejado dicho con mejores artes que las mí­as y a sus palabras os remito: “Tal vez el primer problema que se plantea en el discurso trasmitido por este proyecto derive  precisamente del carácter secundario, apenas epidérmico, que reviste lo cultural en este binomio. Es difí­cil desprenderse de la sensación de estar ante una “puesta en escena”, una representación en clave cultural para obtener un rédito en clave económica. Esta esquizofrenia o estrategia de merchandising o lo que sea, no parece tener, ni por asomo, el objetivo real de estimular la realidad cultural de la ciudadaní­a burgalesa, ni el de contribuir a generar espacios de participación ciudadana o el de transformar mucho más que ciertos sectores económicos de gran importancia estratégica.”

Lo que me más desasosiego me causa es que incluso ese merchandandaising cultural, al que se le ha añadido el epí­teto posmoderno de r-evolucionario sea incluso utilizado como instrumento de propaganda polí­tica por los herederos de aquellos que contribuyeron a que Burgos durante décadas se convirtiera en una enorme prisión. Una clase polí­tica amantada  por los valores culturales del régimen anterior y que aspira a borrar del mapa toda expresión que no comparta su mensaje.

“Burgos, de donde hay que huir, donde se debe volver….” que razón tení­as amigo.

Modesto Agustí­

7 Comentarios para “La ciudad de la mujer de Lot”

  1. pepe

    DIME niño de de quien eres..QUIENES SON TUS PADRES…
    Fuiste concebido por obra de Monsanto?
    en relacion a la condena de las semillas patentadas
    Conforme en que es difí­cil aplicar la Ley, pero para ser buen Juez, hay que conocer las reglas de integración y aplicación de la ley a la realidad social. Condenar a un agricultor por vender su producción de cereal, no puede estar amparado por las normas que protegen la propiedad industrial, pues su derecho a la comercialización de su propia producción está por encima de una patente, pues es la propia finalidad de su explotación.
    El derecho de patente, tiene por objeto, impedir que alguien se lucre con el trabajo de otro, pero tanto de forma activa como pasiva.
    En el momento que una semilla es fruto de polinización, y de un crecimiento en un determinado terreno con sus especificas caracterí­sticas órgano quí­micas, esa semilla no es la misma que la que en su momento fue objeto de protección por el derecho a la propiedad industrial.

    Soy de la Virgen Naturaleza y del Espí­ritu Monsanto. Y tengo un titulo de propiedad de un terreno en la cara soleada de la Luna.
    Ricardo Madrigal

  2. Anónimo

    Vale, ¿pero que tiene que ver esto con lo arriba expuesto?

  3. jamiroquai

    Como entiendo los sentimientos que plasmas en tu artí­culo…, amor y un odio brutal, es una condena que se lleva mal…disfruto mucho leyéndote. Me gusta lo bien que te documentas, lo oportuno de las citas y de los autores, expresas una especie de Burgos maldito, exiliado de su mismo ser, del que siento formar parte, pero que del que a penas veo su presencia simbólica o real en las calles que piso habitualmente. Los exilidos tendrí­amos que hacer un esfuerzo por salir de las catacumbas y al menos ocupar un espacio simbólico en este lugar, si no el resentimiento se apoderará de nosotros, y eso serí­a su victoria…

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