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Hayas o no hayas oí­do hablar alguna vez de este dilema, lo cierto es que ha sido usado en innumerables ocasiones para sustentar la propiedad privada o el control de bienes comunes por parte de gobiernos…

 

La tragedia de los comunes es un dilema que fue descrito por Garrett Hardin en 1968, para entenderlo Hardin enuncia este simple ejemplo: Imagina un pasto que comparten un número determinado de campesinos para que sus animales coman, como el pasto da suficientes recursos los campesinos incrementan el número de animales progresivamente hasta que llegado un punto el pastizal es sobrepasado y todos los animales perecen. La tragedia de los comunes inspira a Hardin para argumentar que varios individuos actuando racionalmente y movidos por el interés personal pueden terminar con la destrucción del bien compartido y finalmente contra su intereses personales. Como hemos comentado anteriormente este dilema es usado como argumento para defender la propiedad privada o el control de los estados de este tipo de bienes esgrimiendo una posible solución al dilema. Hoy, el debate continua aún vigente.

Desde que el ser humano pisa la tierra hasta nuestros dí­as el bien común ha sido un denominador común de nuestra existencia, desde los más antiguos como la pesca, la caza o la recolección hasta los más modernos como Internet o el Software Libre. Existen muchos bienes comunes en nuestra sociedad pero en este artí­culo os propongo repasar tan solo dos: La recolección de setas e Internet.

La recolección de setas

Muy arraigada en nuestra provincia, es habitual conocer a “seteros” en nuestros cí­rculos. La “de carrerilla“, la “pardilla“ o el “ní­scalo“… los motes de las setas autóctonas se han ido heredando durante generaciones y con ellos una forma de identificarlas que pese a no ser técnica es igual de válida. El reino de los hongos ha sido un bien común que ha escapado durante cientos de años al control polí­tico y al control económico. Lamentablemente hace tan sólo unos años este bien común se ha visto envuelto en un interés económico que, ayudado por su escasez y su interés gastronómico, ha hecho que mucha gente haya abordado ese bien común como un fructí­fero negocio. En nuestra provincia se oyen historias en las que grupos de personas ataviadas con rastrillos destrozan el ecosistema de los hongos para poder recolectar kilos de ejemplares, personas precarias, probablemente inmigrantes contratadas por mezquinos empresarios. Todos hemos visto además decenas de coches en dí­as lluviosos de otoño aparcados en las cunetas en busca de este bien preciado y suponemos el enfado de muchos lugareños que ven como sus campos son explotados por foráneos. Para responder a este interés las propiedades privadas o públicas donde crece este manjar se han defendido a base de cotos. Lo que hace unos años era un bien común hoy está sitiado, amenazado fruto de la codicia y la inmundicia. Probablemente su regularización continúe y acabe siguiendo los pasos de la caza y la pesca si nadie lo remedia.

Internet

Internet nació sin leyes pero con mucho orden. En ella podemos encontrar cantidades ingentes de información, ha servido de coordinación y apertura de muchas minorí­as sociales y a través de ella se han coordinado grupos polí­ticos bajo mucha represión que de no existir no lo hubiesen conseguido. A dí­a de hoy es el medio de comunicación más horizontal del que disponemos y ha puesto en jaque en numerosas ocasiones a gobiernos y a los medios de comunicación tradicionales. Por ejemplo, las multitudinarias concentraciones “Rodea el Congreso” se organizaron en Internet e inspiraron al entonces Ministro del Interior, Jorge Fernandez Dí­az a planificar la denominada “Ley Mordaza“ que se ensaña con Internet en gran medida. Pese a su corta vida Internet ha cambiado mucho. Hoy Internet está más en peligro que nunca, su interés económico y polí­tico la está doblegando pese a la intensa oposición de muchos movimientos sociales. Europa ha sido, al menos a mi modo de ver, el lugar donde mejor se ha defendido este bien común del interés de “lobbies” y partidos polí­ticos pero la presión por su control es tan sumamente grande que es probable que el gran dique Europeo caiga e Internet termine sirviendo más aún al Gran Hermano. Internet hoy no es libre y la mayorí­a de sus servicios no nos proporcionan más libertad, pese a todo, existen aún rincones y defensores de este bien común.

Los bienes comunes suponen una guerra, una guerra social, una guerra perpetua, suponen una educación y una férrea militancia para defenderlo de las garras del poder polí­tico y económico. Sin su defensa, el bien común desaparece y es arrebatado por un interés particular que no sólo nos arrebata el bien si no que lo convierte a su antojo y probablemente termine siendo más pernicioso para nosotras que el simple hecho de habersenos arrebatado. ¡Omnia sunt communia!

4 Comentarios para “La tragedia de los comunes”

  1. Angel J. Domingo Martí­nez

    Lo Común?, Como Común tenemos que defender…el Estado no puede defender lo que es de todos, en el Estado Gobiernan las Mafias que Luchan por el Poder, para Dominar el Bien Común….Viva la Autoorganizacion de lo Común y Autogestionado.

  2. Diego

    Estan muy bien estas reflexiones, pero empecemos x denunciar la mafia de esta ciudad, que todo lo controla…hasta a la supuesta ” progresia”

  3. Teo

    Javi Lacalle repite de cabeza en el PP…y yo que pensaba que pondrian a De la Rosa…mas que nada porque ha sido mas fiel a Lacalle que sus propios concejales.Sin maldad,eh?.

  4. Anónimo

    Los partidos polí­ticos de nuestra ciudad y del estado son todos escoria, del primero al ultimo… Hace falta una alternativa a esta polí­tica miserable que siempre nos deja fuera…

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