Hace unos días un no muy conocido economista llamado Albert Edwards destapó una polémica. Se preguntaba si el capitalismo estaba muerto o más bien si estaba cerca de su final. Su razonamiento era el siguiente:
Después de trabajar en las finanzas durante más de 40 años creía que ya no iba a sorprenderme nada. Sin embargo los niveles de “inflación de la codicia” (greedflaction) no tienen precedentes en este ciclo económico. La última publicación de los datos de ganancias de la economía de EE.UU. ha dado otro golpe a mi debilitada confianza en que el sistema capitalista esté funcionando como debería…
Las empresas han utilizado, primero, la pandemia y después la guerra en Ucrania para lucrarse. En un momento en que la cohesión social se está resquebrajando, creo que ver cómo las empresas están generando márgenes de beneficio extraordinarios sólo puede incrementar el malestar social. Esto es una cuestión importante para los políticos que no pueden seguir ignorando. Pero, ¿qué hacer?.
Albert Edwards
Los datos que acompañan el razonamiento de Albert son los que acaba de publicar la Oficina de Análisis Económico de EE.UU (U.S. Bureau of Economic Analysis). La BEA no es un sindicato, ni un organismo que cojea a la izquierda o algo que pretenda hacer la contra a la versión liberal. La BEA es un organismo gubernamental que depende del Departamento de Comercio de EE.UU. En el gráfico podemos ver los datos que acompañan el razonamiento de este economista.
Lo que los anglosajones llaman “greedflaction” y que en castellano ha sido traducido como “inflación de la codicia” viene a significar simple y llanamente el aumento de la inflación debido a la tasa de ganancia de las empresas. Este término, que es claramente despectivo, define un tipo de inflación. La inflación puede tener muchos orígenes y uno de ellos es la codicia de la patronal. El sencillo análisis de este economista no es que tan sólo haya tenido repercusión en alguna red social o en alguna caverna mediática de la izquierda, no. Lo ha hecho en medios como Financial Times, CNN, Business Insider o The Guardian, entre otros.
Sin embargo por este lado de Europa los medios en lengua castellana han sorteado hablar de la “inflación de la codicia”. Incluso supuestos medios progresistas han dado voz a casposos empresarios (que probablemente les compren espacios publicitarios para pagar el favor) en vez de analizar seriamente las causas del aumento de los precios. Para más sorna, estos medios aderezan todo el discurso con “truquitos para ahorrar” destinados a esa clase trabajadora que les sintoniza todos los días.
Probablemente lleguemos tarde
Probablemente el saqueo a las economías domésticas ya ha sido consumado y nuestra sociedad, tal vez lobotomizada, lo ha consentido. A estas alturas los empresarios estarán pensando “que me quiten lo robado”. Mientras los medios encubrían el golpe y la clase política miraba para otro lado es muy probable que los empresarios nos estuviesen robando a manos llenas. Pero no sólo hemos consentido el saqueo, además pensamos que los culpables son otros y que ese empresario casposo que sale en la prensa progresista con un discurso que no se cree ni él, es un buen hombre pese a que sus empresas han obtenido un incremento del 10% en beneficios. Probablemente la gran mayoría de los que pagan la harina un 39% más cara que hace unos meses piensen que la culpa de todo esto la tiene Putin y no la clase política o empresarial.
Todo es demasiado complejo
Explicar las causas de la inflación es demasiado complejo y un ejercicio de “cuñados” hacerle creer a alguien quién o qué es el culpable del incremento de la inflación. Ese ejercicio de “cuñadismo” es el que estamos acostumbrados a escuchar en políticos y periodistas poco serios. Nadie quiere escuchar un sesudo análisis sobre la inflación plagado de datos, estadísticas y probabilidades si tiene un “eslogan” mucho más simple y fácil de comprender. Que tras una de las grandes razones esté la patronal, parece algo muy probable, pero no es la única razón de todo este gran desaguisado. La inflación está influenciada por un montón de factores: producción interna, legislación, cadena de suministro, relaciones exteriores, acuerdos empresariales, la relación demanda oferta, tipos de interés…
Ni tan siquiera a los países europeos les ha afectado de igual forma la inflación con valores bastante diferenciados para economías tan próximas. La inflación no es la misma en todas las regiones de nuestro planeta.
¿Qué hacer?
A la opinión de Albert Edwards, el cual trabaja para Société Générale, se han unido otras personalidades, como la de Paul Donovan de UBS. Si economistas, banqueros y periodistas de medios liberales hablan ya abiertamente de la “inflación de la codicia”, la pregunta que se hace Albert Edwards ¿qué hacer? tiene su miga. ¿Qué hacer? me pregunto yo y probablemente tu también te lo preguntes. Albert Edwards se pregunta qué hacer para parar esto. Yo me pregunto qué hacer para que la gente, al menos, empiece a pensar sin fiarse de consignas simplistas que esconden mentiras.
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