Entre nosotros se encuentra la primera generación de niños en la historia moderna que será menos sana y longeva que la de sus padres. Las causas: los pesticidas y fertilizantes químicos empleados en el modelo de agricultura capitalista, y los aditivos tóxicos que se agregan a las comidas y bebidas procesadas, meros productos industriales.
La vuelta a una alimentación natural no es un capricho de ecologistas radicales ni de hippies románticos, es una necesidad de supervivencia y un derecho de nuestros hijos.
La toxicidad es colectiva y afecta fundamentalmente a la infancia. Esa es la tesis central del documental Nuestros hijos nos acusarán, realizado en 2008 por Jean-Paul Jaud. A través de discursos de expertos, de científicos ante la UNESCO y de testimonios de afectados, denuncia los estragos que causa el lento y silencioso holocausto alimentario global.
En contraste con este panorama oscuro, el realizador presenta una experiencia pequeña pero inspiradora: la del ayuntamiento de Barjac, donde la puesta en marcha de comedores ecológicos en las escuelas generó una revolución saludable y una profunda toma de conciencia en los habitantes del pueblo.
Aunque el discurso oficial todavía defiende el modelo agroindustrial capitalista como única salida para la alimentación mundial y niega sus graves efectos secundarios, las pruebas son cada vez más abrumadoras.
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